Esta semana, el 22 de julio, celebramos la fiesta de Santa María Magdalena. Ella es conocida como la “apóstol de los apóstoles” porque fue la primera persona a quien Cristo se le apareció en los Evangelios, y Él la envió a los apóstoles con la noticia de la resurrección.

Además de hablarnos de su misión, las lecturas de su fiesta nos dan dos temas importantes para reflexionar.

La primera viene del Cantar de los Cantares: “Busqué a aquel a quien mi corazón ama”. En el contexto del día de la fiesta, esta es básicamente la canción de María Magdalena en la tumba, buscando a Cristo. La pregunta para reflexionar es: ¿Esta misma actitud caracteriza nuestra vida diaria?

Cuando nos despertamos por la mañana, ¿estamos buscando a Cristo o algo más? Cuando vemos o leemos las noticias, ¿estamos buscando a Cristo o algo más? Cuando queremos relajarnos al final de un día ajetreado, ¿estamos buscando a Cristo o algo más? ¿Cómo serían nuestros días si tuviéramos más del espíritu de María Magdalena guiándonos?

El segundo tema proviene de la Segunda Carta de San Pablo a los Corintios: “el amor de Cristo nos impulsa”. En el contexto de la fiesta, esto nos da una doble ventana a María Magdalena. El amor de Cristo la impulsó a visitar la tumba y también a llevar la buena noticia a los apóstoles. La pregunta para reflexionar es: ¿El amor de Cristo impulsa nuestra vida diaria? ¿El amor de Cristo nos impulsa a la iglesia, a la Misa, a la adoración, a buscar a Cristo resucitado? Y entonces, ¿el amor de Cristo nos impulsa fuera de la iglesia a compartir la Buena Noticia con el prójimo: “¡He visto al Señor!”?

Un aspecto de las buenas nuevas que el mundo necesita escuchar de nosotros hoy es la realidad del mundo espiritual. San Ambrosio dijo: “No creas sólo lo que los ojos de tu cuerpo te dicen”. Muchas personas hoy en día creen sólo en la realidad del mundo físico, el mundo económico, el mundo militar y el mundo político. Todas esas cosas son reales e importantes. También son transitorios. ¡El mundo espiritual no solo es real, es más importante porque es eterno! Pero también es más sutil, por lo que debemos prestar más atención para notarlo.

Esta semana escuchamos el relato de Moisés encontrándose con Dios en la zarza ardiente. La zarza ardiente no es solo un evento, también es un patrón para la vida espiritual. Dios nos transmite realidades espirituales a través de signos visibles. Dios, que nos hizo, sabe que necesitamos señales sensibles que nos conduzcan a las realidades espirituales. Así que eso es lo que vemos a lo largo de la historia de la salvación, desde la zarza ardiente, hasta la sangre del cordero rociada en el poste de la puerta, hasta el Cuerpo y la Sangre de Cristo presentes en forma de pan y vino.

Como María Magdalena, podemos ser personas que “buscan a aquel a quien mi corazón ama” en medio del mundo visible. Y, como María Magdalena, podemos ser personas impulsadas por el amor de Cristo a salir y decir a los demás: ¡En los signos, y a través de los signos visibles, he visto al Señor invisible!