Ha habido grandes alineaciones en la historia del deporte. Esta semana, la Iglesia nos da una gran lista de santos: Santa Catalina de Siena (29 de abril), San Pío V (30 de abril), San José Obrero (1 de mayo), San Atanasio (2 de mayo) y San Felipe y Santiago (3 de mayo).

Esos santos son importantes porque las lecturas del Evangelio de esta semana se enfocan en la verdad de “morar en nosotros”.

Jesús está dando su discurso de despedida en el Evangelio de Juan. Primero, Él habla de la morada del Padre y del Hijo: “Créanme, que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí” (Juan 14:11). Luego, habla del Padre y del Hijo que habitan juntos en nosotros: ” El que me ama, hace caso de mi palabra; y mi Padre lo amará, y mi Padre y yo vendremos a vivir con él.” (Juan 14:23). Finalmente, Él habla de nuestra morada en Él y de Su morada en nosotros: ” Yo soy la vid, y ustedes son las ramas. El que permanece unido a mí, y yo unido a él, da mucho fruto; pues sin mí no pueden ustedes hacer nada.” (Juan 15:5).

Por cierto, es interesante que “Yo soy la vid” es la séptima de las declaraciones de “Yo soy” en el Evangelio de Juan. Eso significa que esta declaración, con su tema de morar en nosotros, sirve como una especie de declaración final sobre la identidad de Jesús y nuestra relación con Él.

Santo Tomás de Aquino dijo algo importante sobre este tema. Señaló que Dios ya está presente en todas partes. Pero eso plantea una pregunta: ¿Cómo puede Él “venir a morar” en algún lugar si ya está allí? Santo Tomás respondió que Dios no viene a estar presente donde no estaba antes, sino que Dios viene a estar presente de una manera nueva. Así, por ejemplo, en el bautismo, el Espíritu Santo viene a habitar de una manera nueva en los bautizados. En la Eucaristía, Cristo viene a habitar de una manera nueva en los que reciben.

En este sentido, María es el ejemplo de todos los cristianos. Dios ya estaba presente en ella en un sentido. Pero, en la Encarnación, Dios vino a habitar en ella de una manera nueva y más profunda. Ese es el patrón para cada uno de nosotros: Dios quiere morar en nosotros espiritualmente como vino a morar en María físicamente. Según empezamos mayo, el mes de María, vale la pena pensar en cómo decimos sí a esa morada interior.

El Beato Isaac de Stella también tiene una hermosa reflexión sobre este tema, y la Iglesia nos da esa reflexión en el Oficio de Lecturas de esta semana. Sin entrar en todas las complejidades de su pensamiento (¡que es rico y vale la pena leer!), baste decir que presenta la morada de Cristo y nosotros en términos de la relación entre la cabeza y el cuerpo: Cristo está unido con nosotros, y nosotros con Él, tan profundamente como la cabeza y el cuerpo están unidos. El cuerpo sin la cabeza, nosotros sin Cristo que habita en nosotros, es como los sarmientos sin la vid: “separados de mí, nada pueden hacer”.

Y eso, al final, es la razón por la que la gran alineación de santos de esta semana es importante. Son un testimonio vivo de lo que sucede cuando dejamos que Cristo habite en nosotros, y nosotros moramos en Él: podemos convertirnos en santos en la tierra y, en última instancia, en ciudadanos del cielo.