Esta semana celebraremos la fiesta de la Inmaculada Concepción — el hecho de que María fue concebida sin pecado original. San Irineo — quien falleció alrededor del año 202 DC, desarrolló una línea de pensamiento acerca de María que no solo es interesante en sí mismo, sino que también contiene una lección espiritual útil para el Adviento.

Una de las características sobresalientes del pensamiento de San Irineo fue su agudo sentido de la historia de la salvación, de cómo encajan entre si los diferentes eventos. Una vez, con la finalidad de explicar esto, utilizó el ejemplo de lo que sucede cuando dos nudos se atan con una sola cuerda, y hay que desatar primero el segundo nudo, antes de deshacer el primero. “Lo que está atado junto no se puede soltar a menos que se desaten los nudos en el orden inverso, al desatar primero el segundo nudo, luego se puede deshacer el primero”.

Irineo utilizó esta metáfora para explicar la relación entre Adán, Eva, María y Cristo. En la creación Adán fue creado primero y Eva tomó carne de Adán. En la redención, en orden inverso, María se creó primero, y Cristo tomó carne de María. En la Caída, Eva escuchó la voz de un ángel caído y desobedeció la palabra de Dios. En la redención sucede lo contrario, María escuchó la voz de un ángel y le dio la bienvenida a la Palabra de Dios. En la creación, toda la humanidad se unió a Adán y heredó su pecado. En la redención, inversa y precisamente, Cristo se convierte en el segundo Adán y toda la humanidad puede compartir Su resurrección.

Irineo mostró, muy bellamente, la forma en que Dios nos trajo la salvación, precisamente al revertir los nudos del pecado humano. Los Padres de la Iglesia a menudo resumen este pensamiento señalando que la “Eva” de la caída se revierte perfectamente con el “Ave” de la Anunciación.

Es una elegante pieza de teología. Sin embargo, me apresuro a añadir: ¡perderemos el punto si nos detenemos allí y no vemos su relevancia para nuestras propias vidas!

La verdad es que todos tenemos “nudos” de pecado en nuestras vidas — algunos los hemos heredado de nuestras familias, y algunos los hemos anudado nosotros mismos. ¡Lo que San Irineo nos muestra es que Dios es un artista cuando se trata de desatar los nudos! Dios no solo está dispuesto a desatar los nudos de nuestras vidas, Él está encantado de hacerlo. María, por su parte, es también la “desatadora de nudos” porque ella permanece hoy en día como lo que siempre fue: la esclava del Señor, prestándose totalmente para cumplir los planes de Dios.

Durante el Adviento nos preparamos para celebrar el hecho de que Jesús vino al mundo para desatar los nudos del pecado humano. Esta semana, en la fiesta de la Inmaculada Concepción, hacemos una pausa para reconocer el papel especial de María para desatar los nudos. Mientras lo hacemos, presentemos deliberadamente los nudos de nuestras vidas a Dios — especialmente a través del Sacramento de la Reconciliación. Donde María comenzó y permaneció toda su vida — sin pecado — es donde esperamos terminar, ¡pero antes debemos desatar un montón de nudos para llegar ahí! Aproximémonos a Dios con gran confianza, con el conocimiento de que Él se deleita al desatar los nudos de nuestras vidas.