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SIRVAN AL SEÑOR CON ALEGRÍA | Preparémonos a regresar a la Eucaristía con corazones entusiasmados

La Misa es compartir, a través de la Eucaristía, la muerte y resurrección de Jesús

Queridos Hermanos y Hermanas en Cristo,

Aquí les doy una idea: el año que viene continuemos celebrando por Zoom el Día de Acción de Gracias, las Navidades y los cumpleaños familiares. Aun cuando ya sea seguro reunirnos nuevamente, si lo hacemos virtualmente en lugar de hacerlo en persona es más conveniente, requiere menos preparación y evitaremos tensiones familiares.

¡Por supuesto que es una idea terrible! Nosotros hicimos esas cosas con reuniones virtuales todo el año pasado, pero conocemos la experiencia: simplemente no es lo mismo. Todos estamos entusiasmados de volver a las reuniones familiares, cuando sea seguro para los más vulnerables.

La pregunta es: ¿estamos tan entusiasmados de volver a Misa en persona como de volver a las reuniones familiares — incluso si no es conveniente, requiere más preparación y algunas veces nos produce algo de tensión?

Les hice esta pregunta porque quiero extenderles una invitación. Al empezar el mes de mayo comenzamos a mirar hacia el verano. La mejor información médica que estoy recibiendo es que seremos capaces de levantar la dispensa de atender a Misa en algún momento en el verano. Eso requiere alguna preparación de nuestra parte, tal como hacemos cualquier plan para el verano. Los invito a todos a comenzar a pensar con relación a ese momento.

Esta semana oiremos a San Pablo decir: “Les entregué a ustedes como lo más importante lo que yo también recibí”. Luego nos dice, en palabras, lo que él considera lo más importante: la muerte y resurrección de Jesús. San Pablo organizó toda su vida alrededor de compartir lo más importante.

Eso es lo que la Misa del Domingo es para nosotros los católicos. Es la cosa más importante porque es compartir a través de la Eucaristía, la muerte y resurrección de Jesucristo — ¡y eso es algo en lo que queremos participar físicamente, no virtualmente! San Pablo nos lo dijo en palabras. Nosotros le decimos al mundo, con nuestras acciones, si lo consideramos o no la cosa más importante.

Si estamos felices de ir a al supermercado en persona, de que nuestros niños puedan ir a la escuela en persona, y de asistir a eventos deportivos en persona, ¡deberíamos estar felices de regresar a Misa en persona!

Mirando hacia atrás, es importante aclarar esto: nosotros no suspendimos las Misas públicas para preservar nuestra propia salud. Eso podría ser un miedo comprensible. También, en última instancia, podría ser una declaración pública de que consideramos nuestra salud física más importante que nuestra salud espiritual — ¡de hecho, la vida eterna! — que recibimos de la Eucaristía. Eso podría haber sido un testimonio contrario a la fe. Si esa fue la motivación de alguien, eso requiere arrepentimiento.

No, nosotros lo hicimos precisamente como un acto de caridad, para cuidar a los demás, especialmente a los más vulnerables. Como un padre que pasa la noche sin dormir para cuidar a un niño enfermo, sabemos que, por un tiempo, podríamos subsistir con la comunión espiritual, pero no podemos hacerlo por siempre. A la medida que la amenaza a las vidas de los más vulnerables se desvanece, es tiempo de que regresemos a nuestras practicas normales.

Cuando cortamos una flor y la ponemos en un envase con agua, vive y florece bellamente por un corto tiempo. Sin embargo, pronto, e inevitablemente, se marchita y muere. Nuestras almas son como las flores, y la Eucaristía es su tierra nativa. Podemos sobrevivir con la comunión espiritual por un tiempo, pero Dios nos hizo compuestos de alma y cuerpo. Nos alimenta, físicamente, en la Eucaristía. Y Él quiere que resucitemos, en cuerpo y alma, con Jesús. Depende de nosotros decirle que sí a su invitación. Sin la Eucaristía, nuestras almas serán como las flores cortadas: vivirán y florecerán por un corto tiempo, pero inevitablemente, se marchitarán y morirán.

Así que pensemos con anticipación. Cuando sea el momento correcto, los invito a todos a regresar a la Eucaristía con corazones entusiasmados.

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