Esta semana, escuchamos los relatos de la creación del Libro de Génesis. En el primer relato (Génesis 1), la creación se logra cuando Dios habla 10 veces. Curiosamente, los antiguos israelitas se referían a los Diez Mandamientos como las “Diez Palabras”. No es casualidad que las 10 “palabras” de la Creación (las 10 veces que Dios habla) y las 10 “palabras” de la Ley (los Diez Mandamientos) fueran vistas como conectadas entre sí. Según la tradición bíblica, las estructuras físicas y morales del universo se reflejan y refuerzan mutuamente.

Eso debería causar que nos preguntáramos: ¿Existe también una estructura en el universo espiritual que pueda guiar nuestras vidas?

Esta semana escuchamos una serie de episodios de sanación de Jesús. Sanar es restaurar. ¿Qué vino Jesús a restaurar? No solo el cuerpo, sino también y principalmente la imagen de Dios en nosotros, que fue dañada por la Caída.

Aquí, una vez más, podemos preguntarnos: ¿Cuáles son algunas señales de que la imagen de Dios está siendo restaurada en nosotros, y como, esas señales, están relacionadas con la estructura espiritual del universo?

San Juan Pablo II llamó nuestra atención sobre “la ley del don”, que realmente nos encontramos uno mismo al hacer un don de nosotros mismos. Lo vemos en Jesús, en la Eucaristía, y lo sabemos por nuestra propia experiencia. Tal vez esa es una ley del universo espiritual y una señal de la vida de Dios en nosotros.

Consideremos cómo el crecimiento a menudo viene a través del sufrimiento, lo que podríamos llamar “la ley de la cruz”. Lo vemos en la cruz de Jesús, y lo sabemos por nuestra propia experiencia. Tal vez esa es también una ley del universo espiritual y una señal de la vida de Dios en nosotros.

Consideremos cómo, Dios siempre parece estar eligiendo a los humildes, lo que podríamos llamar la “ley de la humildad”. Jesús viene en carne, no en majestad. Él viene a Nazaret, no a Roma. Su madre está constantemente eligiendo a los humildes: Juan Diego, Fátima, Lourdes. Como dice San Pablo, el poder de Dios se perfecciona en la debilidad.

Estos son solo algunos ejemplos de cosas que parecen ser “leyes” del mundo espiritual y señales de la vida de Dios en nosotros. Creo que vale la pena explorarlos no solo porque la pregunta surge a través de las lecturas de esta semana, sino también porque nos ofrecen una manera de pensar sobre la vida parroquial.

Cuando pensamos en las parroquias como parte del proceso “All Things New” (Todo lo Hago Nuevo), es fácil mirar y hablar de números: el número de católicos en un área, el número de personas que vienen a la Iglesia, el número de sacerdotes que sirven a una población. Pero eso nunca tuvo la intención de ser el final de la historia. Los números son solo un punto de entrada para pensar si una parroquia muestra signos de vivir de acuerdo con la estructura espiritual que Dios construye en el mundo.

¿Vamos a realinear algunas cosas según los números? Sí. Pero lo que realmente estamos buscando es que las parroquias vivan en las estructuras espirituales vivificantes que Dios construyó en el mundo. Eso significa que tenemos que pensar, juntos, sobre cuáles son esas estructuras. La “ley de la multiplicación”, que los discípulos hacen discípulos, es seguramente una de esas leyes.

Los antiguos israelitas sabían que cuando seguimos la estructura física, moral y espiritual que Dios construyó en el universo, damos buenos frutos. Esa conciencia está escrita en las Escrituras de varias maneras esta semana. Pensemos juntos en esa lección y en cómo podría aplicarse a nuestras propias circunstancias.