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FRENTE A LA CRUZ | La verdadera libertad está marcada por los frutos del Espíritu

Cuando está caracterizada por las obras de la carne, somos realmente esclavos de nuestras pasiones.

La semana pasada finalizamos la lectura de la Carta de san Pablo a los Gálatas. Hacia el final, escuchamos la exhortación de San Pablo: “Cristo nos liberó para la libertad; así que manténganse firmes y no nos sometamos nuevamente al yugo de la esclavitud.”

Vale la pena preguntar cómo entendía San Pablo la libertad. Los estadounidenses modernos tienden a medir la libertad por quién realiza la escogencia: Si podemos escoger, entonces somos libres; si alguien más escoge por nosotros, entonces no somos libres. San Pablo nos ofrece un estándar diferente: las obras de la carne y los frutos del espíritu.

Las obras de la carne, escribe San Pablo, incluyen odio, rivalidad, celos, arranques de ira, actos egoístas, desacuerdos, división, ocasiones de envidia, excesos en la bebida, orgías y similares. Si nuestras escogencias están caracterizadas por ellas, en la manera de pensar de san Pablo, no somos libres - no importa que tanto poder tenemos para tomar nuestro propio camino. Tendremos la ilusión de ser libres, porque estamos haciendo nuestras escogencias. Sin embargo, la verdad más profunda es que seríamos esclavos de nuestras pasiones.

Por contraste, él nos dice, los frutos del Espíritu son el amor, la alegría, la paz, la paciencia, la amabilidad, la generosidad, la lealtad, la gentileza, el autocontrol. Cuando nuestras escogencias están caracterizadas por ellas estamos viviendo en la libertad de Cristo. Nos transformamos en un ejemplo, para otros, de lo que es la libertad genuina.

Celebramos una serie completa de santos la semana pasada que midieron su libertad por las obras de la carne y los frutos del Espíritu: santa Teresa de Ávila, santa Margarita María Alacoque, san Ignacio de Antioquia, san Lucas Evangelista, los Mártires Norteamericanos, y san Pablo de la Cruz. Es por esto por lo que los Mártires Norteamericanos, por ejemplo, fueron realmente libres. Aun en su cautiverio, mostraron los frutos del Espíritu. Sus captores y asesinos - los que tenían el control - fueron los únicos esclavizados por las obras de la carne.

La pregunta sobre la libertad también toca otro punto. Jesús reprende a los líderes judíos, y hay un detalle importante que no debemos perder de vista. Él les dice a los eruditos de la ley: “Ustedes le imponen al pueblo cargas difíciles de llevar, pero ustedes no levantan ni un dedo para tocarlos.”

Fíjese: Jesús no los critica acerca de las cargas en sí mismas. No es un liderazgo genuino pretender disolver estas cargas diciendo: “Oh, no se preocupe de lo que el Evangelio dice acerca de esto, o lo que la Iglesia dice acerca de eso. No deje que eso sea una carga para usted”. Hay cargas que deben llevarse si vamos a ser fieles a Dios. Esta es una verdad en el Antiguo Testamento; es una verdad en el Nuevo Testamento; y es una verdad en la actualidad.

En su lugar, Jesús los critica por no ayudar al pueblo a llevar las cargas. La actitud apropiada para los líderes es: “Sí, esta pesada. ¿Cómo puedo ayudarte a cargarla?

Podemos ayudar físicamente, llevando algo de la carga nosotros mismos. También podemos ayudar espiritualmente, con una palabra de aliento o una palabra de simpatía. Fue en este sentido que CS Lewis dijo una vez: “Cuando se sufre el dolor, un poco de coraje ayuda más que mucho conocimiento, un poco de compasión humana más que el coraje, y una pequeña pincelada del amor de Dios más que cualquier cosa”.

América necesita desesperadamente una nueva medida de la libertad. San Pablo nos da esta medida. Mostremos a los demás el ejemplo de la libertad de un cristiano.

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