Primero, considere el instinto de Jesús para volcarse hacia la gente que más necesita su misericordia. Cuando Jesús fue criticado por esa tendencia, Él simplemente respondió: “Los sanos no tienen necesidad de médico sino los que están enfermos”. Su corazón lo llevó a estar en medio de la enfermedad, porque es ahí donde un médico puede hacer un bien mayor.

Jesús no solo se volcó hacia la gente que necesitaba su misericordia, sino que también se volcó muy deliberadamente hacia los aspectos en sus vidas que necesitaban su misericordia. De esta forma, cuando Él se encuentra con la mujer samaritana en el pozo, Él le pregunta acerca de su esposo — el aspecto de su vida en el que ella más necesitaba de misericordia. Y, cuando el leproso le pide ayuda, notamos que Jesús lo toca antes de sanarlo — para demostrar que él era merecedor del contacto humano, aun en su enfermedad; allí era donde más necesitaba misericordia.

El instinto de Jesús se volvió hacia los pecadores y el pecado, y eso es una revelación de su corazón. Esto también representa un desafío para nosotros. Muy a menudo nuestros instintos nos apartan de la gente que necesita misericordia; o, aun si nos volvemos hacia ellos, nos apartamos de los aspectos de sus vidas que necesitan misericordia. Quizá este año, para honrar al Sagrado Corazón de Jesús, nosotros, en lugar de apartarnos, podríamos volvernos hacia los aspectos donde la gente necesita misericordia.

Jesús constantemente nos extiende su mano. El respondió cuando las personas vinieron a Él, pero Él no esperó que ellos llegaran. Él estaba en constante movimiento, iniciando el contacto con la gente y comenzando las conversaciones.

Ese es otro reto para nosotros. En nuestras parroquias a menudo hablamos de proveer “una comunidad de bienvenida”. Esto ciertamente es un valor positivo. Pero allí también existe el peligro de la complacencia. Algunas veces nos sentamos en la Iglesia y esperamos que la gente venga a nosotros con sus preguntas. Estamos listos para darles la bienvenida cuando vienen, porque tenemos respuestas. ¿Qué pasa si ellos no vienen a nosotros? (Eso es lo que está sucediendo, y es algo que va en aumento). Nosotros lo haremos mejor si salimos a buscarlos como Jesús — no solo esperando por la gente, sino iniciando relaciones y comenzando conversaciones. Usualmente esas relaciones y conversaciones permiten que surjan las preguntas. La respuesta a esas preguntas es Jesús.

Finalmente, consideremos el corazón de María. La Escritura nos indica como María mantiene estas cosas en su corazón. Lo que María guarda en su corazón son los eventos de la vida de Jesús. ¿Qué guardamos nosotros en nuestros corazones?

A menudo guardamos resentimientos y malas noticias. Les damos vuelta y los consideramos desde cada ángulo, hasta que se apoderan de nosotros y vienen a definir el paisaje de nuestros corazones. Sin embargo, como María, el amor de Dios viene a nosotros de muchas maneras cada día. ¿No podemos ser más como ella, manteniendo el amor de Dios como lo primero en nuestros corazones?

El Hijo eterno reveló su corazón saliendo del cielo para encontrar a los pecadores. María reflexionó en su corazón sobre los misterios de la vida de Él. Este año, al honrar los corazones de Jesús y María, tratemos de tener corazones más parecidos a los de ellos.

Sagrado Corazón de Jesús, haz nuestros corazones semejantes al tuyo.