La luz y la oscuridad son características físicas importantes de la temporada de Navidad. Luz y oscuridad también son temas históricos y espirituales importantes en las lecturas de esta semana.

Históricamente, el pueblo de Dios sufrió la oscuridad de la esclavitud en Egipto y obtuvo la luz de la libertad en la tierra prometida. Isaías habló de la oscuridad del exilio en Babilonia, cuando la tierra de Judá sería llamada “abandonada” y “desolada”. El también habló de la luz del retorno del exilio, cuando la tierra sería llamada “mi preferida” y “esposa mía” y “visitada”.

La oscuridad del pecado a través de la historia del pueblo elegido se mezcla con la luz del pacto de fidelidad en algunos individuos y en algunos momentos. La oscuridad y la luz de la genealogía de Jesús pueden ser resumidas en una sola línea: “David se convirtió en el padre de Salomón, cuya madre había sido la esposa de Uría”. La oscuridad del pecado y la ignorancia, y la luz de la verdad y la gracia se muestran en toda la historia de la Iglesia y en cada una de nuestras vidas.

La fe nos dice que Jesús es la luz que brilla en la oscuridad, y nos llama a llevar su luz a cualquier oscuridad que encontremos. ¿Cómo podemos hacerlo?

Físicamente, muchos de nosotros colocamos las luces de Navidad. Si lo hacemos con una oración, será algo más que solo una celebración secular. Será un símbolo físico de nuestro deseo de traer la luz de Jesús a la oscuridad del mundo y a cualquier oscuridad que las personas experimenten en sus vidas. Podemos traer la luz de Jesús al mundo físicamente.

Psicológicamente, Isaías habla de Dios trayendo la luz a la oscuridad del pueblo cuando dice: “Les has traído abundantes alegrías… has destrozado el yugo que los agobia”. Las personas experimentan muchos tipos de carga en estos tiempos del año: por ejemplo, soledad, por la ausencia de miembros de la familia, o ¡ansiedad y estrés por la presencia de miembros de la familia! Cuando nuestros encuentros con otras personas están arraigados en la oración — cuando rezamos por ellos antes y después — entonces esos encuentros pueden ofrecer una paz profunda, y una profunda conexión que les trae psicológicamente la luz de Jesús.

Espiritualmente, la oscuridad más profunda en la vida de las personas es el pecado y la desesperanza. Jesús es la luz que trae el perdón de los pecados, que nos da esperanza de vida eterna. Así, Isaías dice: “Que hermosos son, sobre los montes, los pies de aquel que trae corrientes de alegría…anunciando la salvación.” Nosotros podemos hacer lo mismo al traer las buenas nuevas de Jesús a los demás: Los pecados pueden ser perdonados, y el cielo se abre para nosotros.

Es por eso por lo que tenemos esta gran — aunque aparentemente extraña — secuencia litúrgica: El primer día después de la Navidad, la Iglesia celebra la fiesta de san Esteban, el primer mártir. La Iglesia quiere aclarar el mensaje de Navidad en pocas palabras: Jesús vino del cielo a este mundo para que sus seguidores pudiesen ir de este mundo al cielo.

Cada vez que las personas experimentan la oscuridad, necesitan oír el mensaje de la Navidad: Jesús es la luz que brilla en cualquier oscuridad. Llevemos este mensaje al mundo física, psicológica y espiritualmente. ¡Feliz Navidad!