“Escribe la visión, y haz que resalte claramente en las
tablillas, para que pueda leerse de corrido. Pues la visión se realizará
en el tiempo señalado; marcha hacia su cumplimiento, y no dejará de
cumplirse. Aunque parezca tardar, espérala, porque sin falta vendrá.”
Eso le dijo Dios al profeta Habacuc en una de las lecturas de esta
semana. Esto me hace pensar en la importancia de esperar el momento
oportuno.
Jesús realmente conocía la importancia del momento
oportuno. Después de la transfiguración, fiesta que celebramos el lunes,
Él les indica a los discípulos “no le cuenten a nadie lo que han visto,
hasta que el Hijo del Hombre se levante de entre los muertos”. Pedro,
Santiago y Juan acababan de ver algo sorprendente. Naturalmente, ellos
querían decírselo a todo el mundo; pero no todos estaban listos para
oírlo. Jesús les enseñó a esperar el momento oportuno.
El tiempo
es un elemento importante en toda la extensión de la historia de la
salvación. Esta es una de las grandes cosas acerca de “La Gran Aventura
del Estudio de la Biblia” escrita por Jeff Cavins: esto le enseña a la
gente como Dios va desplegando su plan — como encajan todas las piezas
en un tiempo determinado.
¿Por qué el momento importa?
Una
razón es la extensión de un principio provisto por Santo Tomas de
Aquino. Él nos señaló que ninguna criatura mortal puede reflejar
completamente la bondad infinita de Dios. Entonces, Dios hizo muchas
criaturas para reflejar su bondad en diferentes formas. Del mismo modo,
ningún marco de tiempo puede expresar completamente la bondad de Dios.
Por lo tanto, Dios manifiesta su bondad a través de múltiples espacios
de tiempo con la finalidad de mostrarnos diferentes aspectos de su
bondad. Cuando vemos todos esos momentos en conjunto, y comprendemos su
secuencia, tenemos una mejor imagen de Dios.
Otra razón es una
extensión del principio por el cual tenemos sacramentos. Nosotros
aprendemos la verdad a través de nuestros sentidos. Dios nos hizo de esa
manera. Así, en respeto a nuestra naturaleza, Él nos enseña verdades
espirituales a través de realidades físicas, y Él continúa haciéndolo a
través de los sacramentos. La misma verdad se aplica al tiempo. Nos toma
tiempo comprenderlo. De tal forma, como un experto profesor, Dios
trabaja con nosotros paso a paso. La historia de la salvación es el
currículo de Dios — esto nos da el conocimiento y las habilidades que
necesitamos. Sin embargo, nos lo da un paso a la vez para que seamos
capaces de manejarlo.
Piense en eso como en la música. Cuando
nosotros conocemos y amamos una pieza musical no solo apreciamos las
notas individuales. Conocemos y amamos sus movimientos, como se
desarrollan en el tiempo y trabajan juntos. La historia de la salvación y
nuestro propio desarrollo espiritual funcionan de la misma manera.
El
jueves, oiremos la confesión de San Pedro que nos dice que Jesús es el
Cristo. Posteriormente, Jesús “les ordena estrictamente a sus discípulos
que no le digan a nadie que Él es el Cristo” — no porque no fuese
verdad, sino porque el momento no era el apropiado. Hablar la verdad, en
el momento equivocado, puede tener un efecto destructivo. Jesús sabía
eso. Nosotros también necesitamos pensar acerca de eso.
Todo en la
historia de la salvación — desde los grandes sucesos hasta sus detalles
más pequeños — nos sugiere que el momento oportuno es importante para
Dios. Vale la pena pensar acerca de nuestras propias palabras, obras y
vidas a la luz de este hecho.