El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que los adres de la Iglesia utilizaron el término “economía” para referirse a todas las obras mediante las cuales Dios se revela a sí mismo al mundo y nos comunica su vida (CIC 236). También nos señala que esta comunicación se realiza tanto en palabras como en obras (CIC 53).

Este es un gran modelo para investigar el Antiguo Testamento: ¿Cuáles son las palabras y obras mediante las cuales Dios se comunicó con israel?

Es un gran modelo de pensamiento acerca de la vida y ministerio de Jesús, especialmente durante esta semana cuando celebramos la fiesta de san Mateo el 21 de septiembre. El evangelio de san Mateo claramente nos muestra el ministerio de Jesús en términos de palabras y obras, cada una arroja luz sobre la otra.

Es también un excelente modelo para reflexionar sobre la misa. Cada misa consiste en una combinación de palabras y obras. En ellas y a través de ellas, Jesús continúa presente entre nosotros.

Los Padres de la Iglesia también dijeron que la “economía” — en el sentido de las palabras y obras de Dios — nos revela quien es Dios. Después de todo, como lo señala el catecismo, así sucede, analógicamente, entre las personas humanas: Para saber cómo son algunas personas, vemos cómo se muestran a sí mismas ante nosotros, por sus palabras y obras.

Todo esto nos plantea una pregunta: ¿Nuestras obras y palabras dan a conocer a Jesús a los demás, o no?

La fiesta de san Mateo nos da algo en que pensar. Mateo era un recolector de impuestos. San Beda, al hablar acerca de la conversión de Mateo, señala que cuando dejó su puesto para seguir a Jesús, muchos otros recaudadores y pecadores vinieron a cenar con Jesús: “La conversión de un recaudador de impuestos llevó a muchos, muchos de su misma profesión y otros pecadores, un ejemplo de arrepentimiento y perdón… Tan pronto como san Mateo se convirtió arrastró al camino de la salvación a una multitud de pecadores junto con él”.

Todos conocemos personas cuyas palabras y obras, en grandes y pequeñas formas, dan testimonio de su conversión y de su seguimiento. San Agustín es un ejemplo antiguo; Abby Johnson, quien trabajó para el mayor proveedor de abortos de la nación y ahora es una defensora provida, es un ejemplo reciente. En cada caso su conversión les hizo sacrificar algunas cosas, pero al dar su testimonio de lo que Jesús había obrado en ellos, sus palabras y obras invitan y desafían a otros a permitir que Jesús entre en sus vidas.

¿Y nosotros qué?

Las palabras y obras de Dios en el Antiguo Testamento dan testimonio de su amor por israel. Las palabras y obras de Jesús dan testimonio de su amor por nosotros. Las palabras y obras de san Mateo dan testimonio del amor de Dios por él, y del trabajo de Jesús en su vida. ¿Nuestras palabras y obras le enseñan algo a los demás acerca de la obra de Jesús en nuestras vidas, o tratamos de mantener las buenas nuevas escondidas?

Debemos estar listos para mostrarle al mundo “qué tan grandes son las obras del Señor” en lo que decimos y en lo que hacemos.