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FRENTE A LA CRUZ | Para abordar las estructuras del pecado se requieren corazones sin división

Sanar nuestro país completamente tomará más tiempo y cortes más profundos de lo que a la mayoría le gustaría admitir

“Se hará como lo has pedido”. Es lo que Jesús le dice a la mujer cananea que pidió la sanación de su hija (Mateo 15). ¿Qué tal si Jesús nos dice lo mismo acerca de las relaciones raciales?

El resultado, obviamente, dependerá de lo que deseamos. El problema es que deseamos cosas contradictorias.

Decimos que queremos que todas las personas, en cualquier situación, respeten la naturaleza de la dignidad humana que reside en cada individuo. ¡Esto podría, ciertamente, ayudar a sanar las relaciones raciales! Sin embargo, cuando se trata de la ideología de género, queremos dejar de lado la naturaleza humana y dejar que cada individuo determine por sí mismo lo que eso significa.

Decimos que queremos que nuestras ciudades sean santuarios donde se respete a cada persona, donde exista una preocupación especial para levantar a las personas vulnerables por razones que no son su culpa, y donde ayudemos a cada uno a alcanzar su máximo potencial. ¡Esto podría, ciertamente, ayudar a sanar las relaciones raciales! Sin embargo, cuando se refiere a los no nacidos, quienes también son vulnerables por razones que no son su culpa, queremos que nuestras ciudades sean santuarios donde puedan ser asesinados con la mayor diligencia, aplastando su potencial.

¿Qué queremos como nación, y como ciudad? Queremos cosas contradictorias — moralmente, legalmente, y políticamente. Como resultado, cuando Jesús nos pregunta que queremos, no podemos responderle con un corazón completo y sin divisiones. Y hasta que no podamos hacerlo, nos seremos capaces de recibir la sanación que Él ofrece.

Al comienzo del exilio en Babilonia, el falso profeta Ananías se dirigió al pueblo con un mensaje: “Este tiempo difícil será corto. El principal problema es un enemigo externo, y seremos libres de él en dos años.” Mensaje reconfortante, pero engañoso. Dios le dio una visión más profunda al profeta Jeremías, pero la verdad no era reconfortante: “Este es un asunto de largo plazo. El problema está principalmente dentro de nosotros, y tomará 70 años resolverlo”.

¿Por qué el exilio duró tanto tiempo para el antiguo Israel? Porque ellos habían acumulado una enorme cantidad de impulso moral en la dirección equivocada. El impulso no podía detenerse con un pequeño esfuerzo. Requería la renovación interna que tomó varias generaciones.

Nosotros, como el antiguo Israel, tenemos algunas estructuras profundas de pecado en nuestra nación. Les hemos dado un gran impulso, y se manifiestan en diferentes maneras. Si realmente queremos abordar el asunto de las relaciones raciales, tenemos que abordar la estructura completa del pecado que mina nuestro enfoque cultural de la dignidad y la naturaleza humana — y eso va a tomar tiempo. ¿Queremos respetar la dignidad de la naturaleza humana en cada individuo y crear un santuario donde los vulnerables puedan florecer? La evidencia muestra que todavía no queremos eso con un corazón sin divisiones.

Tengo grandes esperanzas con respecto a lo que podríamos hacer para abordar las relaciones raciales en la Arquidiócesis de Saint Louis. Nosotros tenemos una historia de adelantarnos a la curva nacional que se remonta a la integración de las escuelas católicas en 1947 por el cardenal Ritter. En nuestros días, estoy inmensamente agradecido por el trabajo que hace Joyce Jones en la Oficina de Armonía Racial.

Sin embargo, la Iglesia, como Jeremías, necesita estar preparada para decirle a nuestra cultura una verdad muy dura: Este yugo es mayor de lo que usted piensa. Abordarlo completamente tomará más tiempo, los cortes serán más profundos que lo que a usted probablemente le gustaría admitir.

“Se hará como lo has pedido” ¿Estamos listos para que Jesús nos diga eso?

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