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FRENTE A LA CRUZ | La gloria celestial hace que el sacrificio y la disciplina de la Cuaresma valgan la pena

¿Está siguiendo los Juegos Olímpicos?

Los medallistas olímpicos a menudo nos dicen que su éxito hace que sus sacrificios valgan la pena. A medida que entramos en la segunda semana de Cuaresma esta reflexión nos hace plantearnos una pregunta. La gloria del cielo no puede ser menor que la gloria de una medalla olímpica. ¿Qué sacrificios está dispuesto a hacer para llegar hasta allá?

Esta semana el profeta Ezequiel nos habla acerca de la conversación entre Dios e Israel, y esto puede guiar nuestra disciplina para la Cuaresma. Dios dice que, si alguien con una larga historia de pecado deja de pecar y se arrepiente, "Ninguno de los crímenes que ha cometido será recordado en su contra". De la misma manera, si alguien con una larga historia de buenas obras se vuelve malvado, "Ninguna de sus obras virtuosas será recordada".

Los israelitas dijeron, "¡Eso no es justo!". Lo que ellos querían ­— o pensaban que querían — era una suerte de "salvación aritmética". Las buenas obras deberían ir al libro de Dios, y permanecer siempre ahí como nuestra cuenta de méritos ante Él. Las malas obras también deben ir al libro de Dios, y permanecer allí por siempre como nuestra cuenta de faltas ante Él. Si estamos haciendo méritos a los ojos de Dios es una pregunta simple, es un equilibrio entre los méritos y las faltas.

Sin embargo, la escala con la cual Dios mide es diferente — es más fácil y al mismo tiempo más duro que la salvación aritmética.

Lo que Dios quiere es nuestro corazón. Es la única cosa que pesa en la balanza. Como escribió San Agustín, "Mi peso es mi amor". De esta manera, la salvación es más fácil que acumular suficientes buenas obras para hacerle contrapeso a nuestros pecados.

La escala de Dios es más fuerte que la salvación aritmética, justamente porque Él quiere nuestro corazón, no solo nuestras obras externas. Adicionalmente, Él no quiere solo una parte de nuestro corazón, Él lo quiere todo. Este es el sentido en el cual Jesús nos lo dice: "A menos que vuestra justicia sobrepase la de los escribas y fariseos no entrareis en el reino de los cielos". De eso se trata porque, inmediatamente después de decir esto, trazó un programa para purificar nuestros corazones: cualquiera que este enojado con su hermano será sujeto de Gehena, cualquiera que mire con lujuria ya ha cometido adulterio en su corazón, y así sucesivamente. En ese sentido, la salvación es más difícil que acumular buenas obras externas. ¡Nuestro corazón necesita formarse como el corazón de Dios!

Esta es una guía para nuestra Cuaresma. ¿Existe un área en su corazón que necesite mejorar? Cualquier cosa que sea, ese es el sacrificio por el cual el Señor le pregunta, y es donde se debe centrar su disciplina de la Cuaresma. ¿Necesita cortar algo que no le permite a su corazón amar? ¿Necesitamos buscar tiempo y energía para permitirnos amar más profundamente? Esta clase de disciplina dará forma al peso de nuestro corazón — y ese es el peso que el Señor quiere que coloquemos en la báscula.

Si alguien le dice "sigue esta disciplina — haz estos sacrificios- y ganarás la gloria olímpica", ¿lo harías? Los medallistas de oro nos lo dicen, mirando hacia atrás el sacrificio y la disciplina valen la pena.

Así, Jesús nos habla en las Escrituras de esta semana. Él dice: "sigue esta disciplina — haz estos sacrificios — ese es el camino al cielo". Es verdad, la disciplina y los sacrificios que se requieren de nuestros corazones en la Cuaresma son difíciles. Sin embargo, si miramos hacia atrás desde la perspectiva de la gloria celestial, valdrán la pena. 

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